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lunes, 28 de octubre de 2013

  ROSALÍA DE CASTRO


 Rosalía de Castro, pertenece a la etapa última del Romanticismo español. Su obra en castellano más importante es En las orillas del Sar (1884),  donde profundiza en su pesimismo existencia, ya que siente que al mirar hacia dentro no encuentra en la vida más que una fuente de angustia y dolor. A esta obra pertenecen estas poesías.



Aunque no alcancen gloria,
pensé escribiendo libro tan pequeño,
son fáciles y breves mis canciones
y acaso alcancen mi anhelado sueño.
Pues bien puede guardarlas la memoria
tal como, pese al tiempo y la distancia,
y al fuego asolador de las pasiones,
cortas, pero fervientes oraciones.
Por eso son, aunque no alcancen gloria,
tan fáciles y breves mis canciones.







Aunque mi cuerpo se hiela,
me imagino que me quemo;
y es que el hielo algunas veces
hace la impresión del fuego.



Busca y anhela el sosiego...,
mas... ¿quién le sosegará?
Con lo que sueña despierto,
dormido vuelve a soñar;
que hoy, como ayer y mañana
cual hoy en su eterno afán
de hallar el bien que ambiciona
—cuando sólo encuentra el mal—
siempre a soñar condenado,
nunca puede sosegar. 

 


De este mundo en la comedia
eterna, vienen y van
bajo un mismo velo envueltas
la mentira y la verdad;
por eso al verlas el hombre
tras del mágico cendal
que vela la faz de entrambas,
nunca puede adivinar
con certeza cuál es de ellas
la mentira o la verdad.


Una sombra tristísima, indefinible y vaga
como lo incierto, siempre ante mis ojos va
tras de otra vaga sombra que sin cesar la huye,
corriendo sin cesar.
Ignoro su destino... mas no sé por qué temo
al ver su ansia mortal,
que ni han de parar nunca, ni encontrarse jamás.




Vosotros, que lograsteis vuestros sueños,
¿qué entendéis de sus ansias malogradas?
Vosotros, que gozasteis y sufristeis,
¿qué comprendéis de sus eternas lágrimas?
Y vosotros, en fin, cuyos recuerdos
son como niebla que disipa el alba,
i qué sabéis del que lleva de los suyos
la eterna pesadumbre sobre el alma!
                                                                   De "Los tristes"


 
Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,
De mí murmuran y exclaman:
—Ahí va la loca soñando
Con la eterna primavera de la vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.

—Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la vida que se apaga
Y la perenne frescura de los campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.

Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?





 autógrafo

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